En el Pirapó de los años 1971, boscoso, con caminos de tierra y muchas piedras, nacía Yuki en casa de Don Toshinori y Doña Takimi, sus padres, quienes inmigraron desde Japón y se asentaron en Paraguay.
En su sencilla casa de madera y tejas, alejada de vecinos y otros niños, Yuki jugaba con Toko, el perro mascota de la familia.
Un día Don Toshinori, quien normalmente era de poco conversar y contar historias le dijo: “Si comés la ensalada de cebollita (que no le gustaba) podrás ver de noche y también volar como las luciérnagas”. Allí en las noches de verano se observaban tantas luciérnagas que semejante promesa o ilusión fue muy convincente.